Ahí, en el potrero manso de cualquier barrio. Ahí, en las calles solitarias de cualquier ciudad. Ahí, en los sueños inconclusos de este país. Ahí, entre miradas distantes y ojos que no ven (¿no ven?) se empiezan a dibujar gambetas que aleccionan perejiles y apasionan al piberío.
Acá, en las ciudades furiosas de nuestra era, empezamos a entender porque no vemos lo que nos pasa, por qué se pierde nuestra mirada en los ombligos gordos de nuestro ego. ¿Será que nos falta imaginación?
La pregunta surge de tanto en tanto, pero adquiere un peso sustantivo cada vez que Silvio Velo juega al fútbol, porque lo que entendemos cuando lo hace es que no importa su discapacidad visual, conoce cada centímetro de la cancha, identifica la posición exacta de cada compañero y desorienta rivales con una facilidad inusitada. Siente la pelota como una extensión de sus pies, imagina jugadas, sólo para hacerlas realidad. Hace que su mente (atiborrada de sentidos) convierta en realidad lo que el común de nosotros, los aparentemente "capacitados”, creemos imposible. Hace que pensemos para qué carajo estamos en este mundo si ni siquiera nos damos el tiempo para imaginar y soñar realidades.
Digamos que cada vez que Silvio toca una pelota todo puede suceder, cómo no pensarnos en esa condición de posibilidad. Como no tomar su ejemplo y transformarlo en bandera. Sí, somos posibilidad, le pese a quién le pese. Podemos crear un mundo, sólo nos hace falta imaginarlo y trabajar fuertemente para conseguirlo. ¿Un mundo te parece mucho? ¿Y qué tal si empezamos a des individualizar nuestras creencias y las transformamos en guía colectiva? Parece poco, no lo es.
Silvio es un artista, pinta mundos, jugadas y goles, nos pinta el corazón de solidaridad. Yo prefiero creer en su imaginación, sólo ella nos puede llevar a construir una sociedad mejor, ¿y qué tal si en vez de pensar tanto damos curso a nuestros más sensibles sentimientos? ¿Y qué si imaginamos la parábola del destino con los ojos del corazón? ¿Por qué no cerrar los párpados y adivinarnos en un futuro más solidario y de mayor peso colectivo? ¿Y por qué no nos hundimos, aunque sea un ratito, en la inconfundible sensación de un abrazo cálido, una palabra justa, un gesto emancipador? ¿Será que nos falta imaginación?
El fútbol puede parecer sórdido, circo brutal para millones de fanáticos que nos perdemos en su pasión. Pero también puede ser posibilidad, puede ser sueños y esperanzas, no por el logro pequeño, individual, sino por el grande, el colectivo. En la vida cómo en el fútbol, en la política como en el fútbol, sólo se trata de imaginarnos mundos y creer fervientemente en ellos, de adueñarnos de sus posibilidades y hacer que sucedan. Lindo partido para jugar ¿no? ¿Y qué tal si empezamos a soñar? ¿Te sumas a nuestro equipo?
Nacho
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